viernes, 25 de diciembre de 2015

Esta noche no podré cenar a tu lado

Las personas sentimos y padecemos por quienes nos rodean, por quienes ya no están, y por todo aquello que nos recuerda a ellas.

Tendemos a echar de menos aquello que ya no volverá. Es durante nuestra infancia, ese intervalo de tiempo físico donde en nuestra ignorancia, creemos que el mundo es el lugar más hermoso para vivir. Luego llega la realidad que nos rodea, es ahí donde las ecuaciones no balanceadas, nos presentan ante nuestros ojos una realidad distinta. Nuestra vida está compuesta por una serie de momentos felices, que van desde que sucede uno, hasta que se presenta el siguiente. Todo lo demás es la vida en si es rutina, soledad, dolor, apatía, trabajo y dormir.

Ahora bien, sí hacemos el ejercicio interior de asumir nuestra naturaleza humana, entender que estamos recubiertos de carne cruda que se oxida en el proceso de vivir, que se deteriora por el simple echo de respirar el oxigeno que nos rodea, este mismo que es fuente de nuestra existencia y a su vez causante de nuestro deterioro físico. Cuando tomamos conciencia, que este tiempo donde experimentamos la materia, es un simple sueño donde se proyectan vivencias humanas, donde el dolor es la constante que mide nuestra existencia, la cual al final de el camino, cuando se pagan las cuentas, en ese momento donde se hace balance, es ahí donde deberíamos sentir la calma de haber sido justos con nuestra existencia, con nuestras relaciones para con los demás.

Toda nuestra vida es un regalo, somos la única especie sobre la tierra, que ha llegado a semejantes cotas de entendimiento sobre nuestra vida, incluso llegamos a plantearnos la posibilidad de transcender más allá de la muerte (esto puede ser miedo a que esto tenga una desconexión total, la cual nos lleve a una muerte como ser energético).

Ha llegado el momento de vivir esta experiencia carnal sin miedos, sin recelos a que el final de el camino llegue, y tengamos que bajarnos de el tren en la estación de la muerte física.

Y las personas, estas que a diario nos acompañan en el fluir de la vida, las mismas que nos hacen sentir dolor, y a su vez nos llenan de felicidad con su sola presencia. Estas que por algún motivo han decidido recorrer el camino de sus vidas paralelas a las nuestras. ¿Por qué verlas cómo una amenaza a nuestra existencia? Ellas también han decidido ya que quieren estar ahí. Sentir este efímero intervalo de tiempo que nos lleva desde el nacimiento, hasta nuestra marcha junto a nosotros.

Aquellos que ya partieron, los cuales nos dejaron el corazón roto de dolor y sumidos en la desesperanza, ya parten con la ventaja de la eternidad, han transcendido, han abandonado este estado primitivo donde un simple insulto, altera nuestro sistema nervioso, y nos transforma el cerebro. A estos que ya no están, quiero agradecer todo ese tiempo que me permitieron compartir con ellos su espacio y su tiempo en este plano. De ellos aprendí, de ellos soy quien hoy soy, y de ellos tengo en mi vida quienes ellos trajeron a este mundo.

He intentado expresar mi sentimiento, aun sabiendo que no lo iba a conseguir, ante quienes ya no están, en estas fechas donde la ausencia nos trasladan a otra época, donde su sola presencia era más que suficiente. Para aquellos que aun respiramos, lloramos, reímos, abrazamos, saltamos, bailamos y soñamos, nuestra obligación para con ellos es no olvidarles nunca, será nuestra manera de agradecerles quienes fueron y lo tanto que nos hicieron sentir mientras recorrimos juntos el camino de la vida.


Esta noche, y ninguna noche de mi vida te olvidare.

6 comentarios:

  1. Hermosa reflexión y palabras que a todos nos rozan el alma, ¿Porque quién no ha perdido a alguien por este camino de la vida? Quienes compartieron ese camino con nosotros dejaron su impronta en nuestros corazones. No estoy triste por su pérdida, sino agradecida de que decidieran hacerlo junto a mi pudiendo haber elegido a otras muchas almas y como bien dices ni una sola noche de mis días en este plano les olvidaré. Eres un alma bella Juanmi, gracias por tan magnífica entrada.

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  2. Gracias por leerme. Los que ya se fueron de este plano físico, se alojaron para siempre en nuestro interior.

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  3. Quiero creer que quienes abandonan esta vida material van a otra dimensión o realidad y que la muerte es simplemente un umbral entre estados de existencia, o en otra palabra, un cambio, porque al fin y al cabo somos materia y energía, la materia es evidente que desaparece con el tiempo, pero la energía, como sostiene la propia ciencia, ni se crea ni se destruye, solamente se transforma, de manera que todos esos seres queridos que se marcharon de alguna forma permanecen, el universo entero está animado por la energía y nosotros formamos parte de ella, tanto en esta realidad como en otra. Muy interesante y profundo artículo, Juanmi, un abrazo.

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  4. Precioso, mi viejo amigo. Viejo por nuestro tiempo solamente... Comparto totalmente la opinión de Jose A. Guijarro, totalmente. Abrazos

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